Subasta récord: un broche que Napoleón perdió en Waterloo se vendió en más de 4 millones de dólares


Cuando escapó de Waterloo, la batalla que selló su caída, Napoleón Bonaparte dejó atrás sus años como emperador de los franceses. También quedó en ese rincón de Bélgica un broche ornamentado con diamantes que pertenecía a él y que pudo ser recuperado por el ejército prusiano. Más de dos siglos después, ese broche fue subastado por una cifra récord en Ginebra: pagaron unos US$ 4,39 millones (3,79 millones de euros) en Ginebra.
El precio de venta de esa joya histórica superó ampliamente las expectativas de la tradicional casa de subastas, que lo había estimado en entre US$150.700 y US$255.000 (130.000 y 220.000 euros).
El broche formaba parte de los efectos personales que el emperador tuvo que dejar en su huida por la llanura de Waterloo, cerca de Bruselas, frente a los soldados británicos y prusianos, después de la famosa batalla que selló su caída en junio de 1815.
La joya circular, de unos 45 mm de diámetro, tiene en el centro un gran diamante de 13,04 quilates, rodeado de casi cien diamantes antiguos cortados en la mina, de formas y tamaños variados, dispuestos en dos filas concéntricas.
La pieza, única, fue creada para Napoleón hacia 1810, “probablemente para decorar su bicornio en ocasiones especiales”, precisó la casa de subastas.
Luego fue reglada al rey de Prusia, Federico Guillermo III, como trofeo de guerra el 21 de junio de 1815, tres días después de la batalla de Waterloo.
Luego quedó en manos de generaciones de la exfamilia real Hohenzollern, después de una disputa por la sucesión entre esa dinastía y la República Alemana.
Waterloo fue el principio del fin para Napoleón: mientras escapaba del ataque combinado del ejército británico, dirigido por el duque de Wellington, y del prusiano, a cargo del mariscal Gebhard von Blücher, varios carruajes franceses quedaron varados en el barro de Genappe, un pueblo cercano al campo de batalla.
Durante la retirada, el ejército prusiano capturó y saqueó al menos dos carruajes que transportaban las pertenencias personales del emperador: medallas, armas, platería, un sombrero y un joyero con 22 solitarios y 121 diamantes pequeños.
Como era costumbre en la época, las joyas y objetos personales eran un botín de guerra para los victoriosos. Según Sotheby’s, Von Blücher registró que le envió el sombrero y la espada de Napoleón al rey prusiano Federico Guillermo III, perteneciente a la familia Hohenzollern. Otro militar que participó del saqueo, el teniente von Pless, le entregó el broche de diamantes en Hanau el 21 de junio de 1815, sólo tres días después de la batalla de Waterloo.
La relación entre el objeto y la familia real prusiana es altamente simbólica, ya que el fin de las guerras napoleónicas le permitió a Prusia ascender al grupo de las principales potencias europeas -como Gran Bretaña, Rusia y el imperio austríaco-, debido a su rol clave para frenar al emperador francés.
En 1819, los hermanos Jourdan, joyeros de la corte real prusiana, describieron las joyas como “un adorno para sombrero compuesto por un botón con un gran solitario engastado en un marco“. Dos años más tarde, Napoleón murió en Santa Elena, adonde había sido desterrado.
Las joyas también fueron registradas y fotografiadas en una publicación anual que hacía la familia real prusiana. Allí aparecían como parte de un conjunto de joyas relacionadas con los diamantes encontrados en el carruaje abandonado de Napoleón en Genappe: un prendedor con forma de moño, unos pendientes, y un collar.
Las monarquías alemanas se abolieron en 1919, pero recién en 1926 Hohenzollern y la República Alemana llegaron a un arreglo sobre los bienes y las joyas fueron consideraron propiedad privada y, como tales, pasaron del emperador Guillermo II a su hijo, el príncipe heredero Guillermo, y a su nieto, el príncipe Luis Fernando, indicó la casa de subastas.
Fuente: www.clarin.com



